domingo, 5 de octubre de 2008

El cuento

El hombre que tenía un agujero en la cabeza


Cuentan que en la tribu de los Caballos de Viento una vez nació un indio con un agujerito en el cabeza, muy chiquito, del tamaño de un cacahuete. Por lo demás, era un niño completamente normal, con la piel de arcilla, los ojos achinados y el pelo negro como las noches sin luna. Sólo su madre se dio cuenta de la pequeña imperfección y, temerosa de que el Gran Jefe no lo aceptara en la comunidad, le tapó el hueco con un mechón de pelo y así, al principio, nadie notó nada raro.

Pero conforme fue pasando el tiempo los demás indios se empezaron a fijar en que Nube Gris era distinto a los demás. Siempre andaba con un aire despistado y como mirando hacia adentro de sí mismo. Y es que el indio sabía que por las noches todo lo que aprendía durante el día se le iba escapando por el agujero. Así, cada mañana amanecía en blanco, muy liviano: sus ideas, sus pensamientos, sus reflexiones lo habían abandonado como si fueran el humo de la fogata que calentaba a la tribu en los meses de invierno. Todos los días tenía que volver a aprender su nombre, a distinguir las plantas que eran comestibles de las que no, a manejar las redes para pescar, el camino del bosque a su tipi. Y cuando las primeras estrellas aparecían en el cielo ya se había olvidado por completo de la nueva canoa que pensaba diseñar para que corriese más ligera que el viento por el río o de cómo pensaba declararse a Lluvia Fina, la india con los ojos más brillantes de la tribu; incluso se había olvidado de que quería decirle algo.

Cansado de esta situación Nube Gris le pidió ayuda a su madre, quien le sugirió que fuese a ver al Viejo Sabio, que vivía en lo más alto de la montaña más alta. Nube Gris aceptó el consejo y le rogó a su madre que lo acompañara, para no olvidarse del camino ni de lo que quería pedir al Viejo Sabio cuando lo encontraran.

Tardaron varias lunas en llegar a su destino, pero al final el indio desdentado los recibió y escuchó el problema que aquejaba a Nube Gris.

-El tuyo es un mal muy serio. Las personas somos quienes somos por lo que llevamos dentro. Si no guardáramos nuestras ideas ni nuestras emociones o pensamientos, qué quedaría de nosotros. No seríamos sino cáscaras vacías, hojas secas al compás de un vendaval. Las reflexiones, las ideas, las ocurrencias, los pensamientos son nuestro tesoro más importante, son la sustancia que conforma nuestra esencia, lo que nos permite comunicarnos con los demás y con el mundo. Pero afortunadamente la solución no es compleja. A partir de ahora vas a llevar este viejo sombrero. Con él cubrirás el agujero y nunca más se te volverá a escapar el espíritu.

Y así fue. Nunca más los pensamientos de Nube Gris se esfumaron como el humo; nunca más sus sentimientos desaparecieron como el agua entre sus dedos. Y a partir de ese momento, se sintió más cercano a sus hermanas y hermanos indios y a la naturaleza y, sobre todo, mucho más sereno y feliz.

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