martes, 29 de diciembre de 2009

Taller nocturno

En las sesiones golfas de la Luciérnaga también se indaga y se experimenta con nuevos materiales, técnicas y posibilidades. A continuación, algunos (potentes) descubrimientos:
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La estación, de Elisa
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Obra de Sito
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Obra de Elisa

La Galería. Pintar cosiendo

Pintar con telas. Esa fue la propuesta del taller pasado. Aprovechar las formas, los colores y las texturas de las telas para crear y expresarnos. Se trataba de descubrir nuevos materiales y nuevas posibilidades. Valía también utilizar papel, cartón, cuerdas, témperas. Disfrutamos cortando, pegando, diseñando. Así quedó la cosa:
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El beso, de Verónica
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Paisaje, de Tomás
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Obra de Samuel
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Fantasmas de Mónica
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Personaje de Mikel
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Obra de Marina
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Soldado de Leo
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Árbol de Navidad y regalos, de Gabriela
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Murciélago de Eneko txiki
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Obra de Eneko
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Obra de Chiara
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Obra de Ander

Y estas son algunas de las obras que vimos,
antes de empezar nuestro trabajo:
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El cuento


El fantasma costurero
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En nuestro barrio también vivía Godofredo. No todos pueden presumir de tener un fantasma como vecino y, ciertamente, ninguno de tener uno como Godofredo.
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Estaba claro que era el fantasma de un niño. Le gustaba hacer gamberradas, aunque no muy graves. Cogía las sábanas recién tendidas al sol, blanquísimas, con olor a limpio. Esas eran definitivamente sus preferidas. Cada noche robaba alguna para poder meterse en las casas a darnos sustos a las niñas y niños. Su hora favorita era la medianoche. Entonces te tocaba suavemente el hombro, justo cuando estabas en medio de un sueño tranquilo y profundo, o susurraba tu nombre al oído, o caminaba con pesados pasos por tu habitación. Si cometías el error de abrir los ojos, ¡zas!, allí estaba él con unos ojos negros como la noche y una boca torcida y ululante.
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Pero con el tiempo las sábanas dejaron de tenderse en las terrazas y patios. Corrían nuevos aires y los vecinos empezaban a sentirse más importantes. No querían un barrio donde su ropa se ventilara a la vista de todos. Dijeron que en las urbanizaciones elegantes la colada se dejaba a secar dentro de casa. Y crearon una nueva norma: quedaba prohibido tender cualquier clase de prendas en la parte externa de los edificios.
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Durante dos semanas no supimos nada de Godofredo. Supongo que habrá vagado asustado en busca de sábanas con las que cubrirse, pensando acaso en cambiar de vecindario. Pero eran muchos años los que vivía entre nosotros y nos había cogido cariño. Y no pensaba rendirse tan fácilmente.
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Una noche de tormenta volvió a hacer su aparición. Fue en mi casa, en mi cuarto, que compartía con mi hermana pequeña. Cuando una voz temblorosa y grave me llamó por mi nombre estuve a punto de meter la cabeza debajo de la almohada y fingir que no había oído nada. Ya había caído muchas veces en los trucos de Godofredo y no quería tener que pasar el resto de la noche en vela, incapaz de moverme o llamar a mis padres. Pero de repente escuché la risa de mi hermanita junto a otra, más profunda y fuerte. Godofredo estaba vestido casi a la guisa de un payaso, cubierto por una “sábana” fabricada con retazos de telas de diferentes formas, texturas y colores. “Es que ya no hay sábanas blancas y me encontré un montón de restos de ropa en un contenedor. Como no se me da mal coser…”
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Así empezó una nueva etapa para el fantasma. Por las noches deambulaba cerca de los contendores de basura en busca de viejos abrigos, pantalones, calcetines y toda clase de ropa que se abandonaba por vieja, pasada de moda o dada de sí. Eso también era parte de los nuevos tiempos. Antes jamás habríamos tirado ninguna prenda, siempre había posibilidad de darle una vuelta. Pero a Godofredo le sirvió para crear sus nuevas vestimentas fantasmales, con las que nunca dejó de sorprendernos.
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Así, por ejemplo, una noche apareció en casa de la mejor amiga de mi hermanita vestido con un traje hecho con tela de peluche. Mi hermana me contó que como precisamente su amiga había tenido un mal día (la habían castigado por no hacer los deberes) en vez de asustarse lo hizo meterse en su cama y que durmió abrazada a él, más contenta que nadie. Godofredo también pareció muy feliz, por lo visto.
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Otras noches, sin embargo, Godofredo, que no dejaba de ser un fantasma, andaba con el día atravesado y buscaba telas oscuras a las que adornaba con arañas, rayos y truenos. Se había convertido en un excelente costurero. En fin, que la nueva norma le sirvió a para descubrir que podía jugar a dibujar y crear con las telas; que según los colores, la textura y las formas que usara podía producir risas o inspirar ternura; hacer temblar de miedo o dar tranquilidad. Y ese fue un gran descubrimiento.



La música

En este taller disfrutamos de la música de Richard Bona, cantante, compositor y músico camerunés de jazz y jazz fusión, maestro del bajo eléctrico en particular y multiinstrumentista en general.

Pero Bona, antes que bajista, es compositor; crea una música donde cada instrumento tiene una voz especial y es, a la vez, parte de un todo, el que verdaderamente conforma la esencia de la composición.

Su música es querida por muchos, incluyendo a nuestros talleristas. Aquí os dejamos con Widow's Dance (Celebration of a New Life) o, apróximadamente, en castellano: El baile de la viuda (Celebración de una nueva vida).


martes, 22 de diciembre de 2009

El árbol de los mil nombres

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Este es el árbol colectivo que construimos para celebrar la llegada del invierno. Cada tallerista aportó una o más ramas, una o más hojas, una o más piezas. Está hecho con materiales de reciclaje, en gran parte trozos de madera que nos encontramos por allí, cartón y papel. Así que es una manera de devolverle a un árbol lo que es suyo, además de darle también cosas muy nuestras.
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Tiene muchos nombres. Aquí apuntamos sólo algunos de ellos: árbol de los sueños, árbol del rayo, árbol particular, árbol de la vida, árbol de las cosas, árbol de nuestra identidad, árbol de árboles, árbol de los colores, árbol de muchas ramas, árbol del paraíso, árbol de la música, árbol de los deseos, árbol de los gustos.
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El árbol de invierno de Luciérnaga, visto desde varios ángulos.

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Varios detalles. Es un árbol para llenarse los ojos:

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Pintores de árboles

Como con los pájaros, antes de proponerles a los talleristas que pintaran un árbol, les enseñamos árboles pintados por otros. Descubrimos que las posibilidades de crear un árbol sobre el papel (o el lienzo) son infinitas.
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árbol de Eneko
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El árbol rojo, de Mondrian

obra de Matisse

árbol de Isbecia Llabaneras

La Galería. Árboles pintados

Después de ver los árboles que pintaron otros artistas, los talleristas se pusieron manos a la obra con los suyos, cada uno en su estilo: árboles simbólicos, realistas, fantásticos, minimalistas, barrocos, frondosos, esbeltos. Hermosos todos ellos.
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árbol de Mikel
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árbol de Tomás
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árbol de Nuria
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árbol de Nayeli
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árbol de Ainara
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árbol de Marina
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árbol de Eneko
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árbol de Chiara
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árbol de Mónica