El gusto por ensuciarnos las manos y hundirlas en el barro para darle forma es antiguo y gozoso. Es lo que hicimos el último taller. Pensar, modelar, tomar decisiones, dejarnos llevar, jugar. Reflexionamos sobre los símbolos, decidimos cuáles nos gustaban, nos dejamos llevar por el placer de sentir la pasta de modelar entre los dedos. Y también jugamos. ¡Descubrimos que puede hacerse un estupendo restaurante, lleno de platos diversos, modelados a gusto de los comensales!
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