...Pasaba algo muy extraño. Era verdad que a Nube Gris ya no se le escapaban más las ideas y emociones por el agujerito del tamaño de un cacahuete con el que nació en la cabeza. No desde que el Viejo Sabio le había dado un sombrero para taparlo. Pero a pesar de que no se desprendía de él ni de día ni de noche, algo estaba ocurriendo con sus pensamientos y ocurrencias, con sus sentimientos. Los sentía alborotados en su interior, como si quisieran empujar el sombrero hacia arriba para escaparse volando por el aire.
...Asustado, a veces se levantaba un poquito el viejo sombrero de paja y comprobaba como silbaba un viento ligero por el agujero, por lo que se lo calaba rápidamente hasta las orejas.
...-No voy a permitir que se vayan mis ideas –le decía entonces a su mujer, Lluvia Fina, cuando se acurrucaban junto al fuego-. El Viejo Sabio me dijo que son mi tesoro más importante, que sin ellas sería como una cáscara vacía.
...-Tranquilízate, Nube Gris -le contestaba ella-. No voy a discutir las palabras del Viejo Sabio, pero llevas ese sombrero puesto desde hace muchas lunas. ¿No crees que es tiempo ya de que dejes que entre un poco de aire fresco en esa cabezota tuya?
...-¡Ni hablar! –replicaba Nube Gris y se cruzaba de brazos y piernas, poniendo cara de piedra.
...Ese gesto no era nuevo para Lluvia Fina. Puede que Nube Gris fuera el indio más trabajador y guapo de todo el poblado. Pero también podía ser terco como una mula caprichosa. Cuando algo se atravesaba por su cabeza ensombrerada ni la fuerza de una catarata podía hacerle cambiar de idea. De hecho, era precisamente eso lo que estaba ocurriendo con una cuestión muy importante para Lluvia Fina: quería ser madre desde hacía ya un buen tiempo. Sentía que no sólo estaba preparada para dar vida, sino para responsabilizarse, para enseñar a su hija o hijo todo lo que ella había aprendido a su vez de sus padres y abuelos. Pero cada vez que le mencionaba este deseo a Nube Gris, este se cruzaba de brazos y piernas y miraba para otro lado con su cara de piedra. Ella creía saber lo que le pasaba: le daba terror tener que responsabilizarse, madurar, crecer.
...Si el Viejo Sabio hubiera vivido todavía, la joven india habría subido a lo más alto de la montaña más alta a preguntarle, pero hacía mucho que el anciano había ido a reunirse con el espíritu de los antepasados de la tribu. Por suerte, era una mujer con iniciativa y decidió hacerle caso a su corazón, que hacía tiempo que le estaba diciendo una cosa.
...Esa noche, cuando Nube Gris dormía profundamente, se le acercó despacito y le quito, sólo por unos pocos minutos, el viejo sombrero. Mientras, el indio soñaba que sus ideas bullían guerreras dentro de él; se movían de un lado para otro, de hecho estaban completamente revueltas. Unas querían ir para arriba y otras para abajo. Unas querían quedarse dentro de su cuerpo, danzando alrededor de la hoguera que era su corazón, y otras salir a dar un paseo. Las ideas discutieron mucho entre ellas y al final, unas se atrincheraron en los pliegues de las colinas del cerebro de Nube Gris, mientras que otras, montaron a caballo y escaparon por el agujero de su cabeza. En ese preciso momento Lluvia Fina volvió a encajarle el sombrero y él continuó durmiendo plácidamente, olvidándose de su extraño sueño.
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...A la mañana siguiente, Lluvia Fina le preguntó como se sentía.
...-Me siento muy bien, muy ligero –le contestó él-. Con muchas ganas de hacer cosas nuevas.
...-¿Cómo tener un hijo? –aprovechó la ocasión Lluvia Fina.
...-Bueno, no exageremos –dijo Nube Gris, aunque esta vez al menos no se cruzó de brazos y piernas.
...Lluvia Fina no se desalentó. Al menos hoy parecía más abierto, más dispuesto a escucharla.
Durante todo el día no pudo dejar de darle vueltas al asunto y al caer la noche ya se le había ocurrido una nueva solución. Es verdad que le daba un poco de miedo, pero estaba decidida a probarla. Así que volvió a aprovechar el sueño pesado de Nube Gris para quitarle el sombrero. Pero esta vez lo cambió por uno nuevo. El indio, entretanto, seguía soñando con ideas revoltosas. Esta vez sintió como nuevos pensamientos cabalgaban a todo galope y le entraban raudos por el agujero. También estas nuevas ideas discutieron un poco con las viejas, las que se habían quedado dentro, pero al rato estaban todas tan amigas, cantando y bailando alrededor de su corazón.
...Al despertarse aquella mañana, se percibió extraño, nuevo. Supo inmediatamente que algo había cambiado dentro de él. Se sentía por un lado con el espíritu abierto, atento, y, por otro, más sereno.
...-¿Sabes? –le dijo con dulzura a Lluvia Fina-. Siento que ya deberíamos ser padres. Tengo muchas ganas de enseñarle cosas de la vida a un pequeño y dejar que él me las enseñe a mí. Tengo ganas de aprender qué se siente al tener a un hijo en brazos, de aprender nuevas ideas y sentir nuevas emociones. Tengo ganas de crecer.
...-¿Sabes? –le respondió Lluvia Fina, también con dulzura-. Creo que ya has crecido. Aunque bueno, uno no debería parar de cambiar de sombreros de vez en cuando durante toda la vida.
...Nube Gris no sabía muy bien a qué se refería su mujer, pero algo le decía que habían avanzado juntos unos cuantos pasos en el viaje que es la vida.
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